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Eclipse Solar Total

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Zona del Silencio, Coahuila, México
8 de abril de 2024

por Arturo González

A las 2:30 horas desperté. Había preparado la noche anterior mi mochila con algo de comida, agua, mis cámaras fotográficas y demás artículos básicos. Llevaba planeando este día desde meses atrás, y aún así no tenía idea de cómo transcurriría; lo único que tenía seguro es que haría todo lo que estuviera en mis manos para presenciar este evento.

Días antes me enteré que había pronóstico de nubes, y aunque me preocupé un poco no me desanimé, pues tan solo unos minutos de cielo despejado serían suficientes para disfrutar el momento.

Era largo el trayecto desde Monterrey, así que decidí salir muy temprano como medida de prevención contra el tráfico o cualquier incidente en la carretera. Me acompañarían mi hermana menor y dos amigas guías de BakPak que confiaron en mí y se contagiaron de mi entusiasmo respecto a este espectáculo celestial.

Por suerte, el camino fue bondadoso con nosotros, permitiéndonos ver un cielo estrellado seguido de un hermoso amanecer antes de pasar a la altura de Paila. La buena música, el buen café y la buena plática hizo que el tiempo fluyera plácidamente. Después de una escala en San Pedro para cargar gasolina y desayunar, continuamos hacia Concordia para luego virar al norte hacia nuestro destino, donde ya no llega la señal de radio ni telefonía.

Tan pronto nos estacionamos buscamos un buen lugar para colocar nuestro punto de observación. Nos decidimos por la media sombra de un mezquite a unos 50 metros de la carretera y pusimos manos a la obra. Eran aproximadamente las 9:30.

El cielo estaba medio nublado, y una sombra de duda y preocupación rondaba por mi mente, pero un poco de buen humor bastó para disiparla. Casi sin darnos cuenta dieron las 11:00 y la luna estaba a punto de empezar a cubir el sol. A partir de entonces a cada rato dirigíamos nuestras miradas al sol con nuestros lentes protectores, y nuestro asombro iba en significativo aumento.

El montón de datos curiosos sobre el sol, la luna, la tierra y sus órbitas, tamaños y distancias, ni las emotivas anécdotas que había escuchado de otras personas que ya habían presenciado un eclipse me prepararon para lo que estaba a punto de vivir.

Tenía tan altas mis expectativas que temía llevarme una decepción; ni por un momento me imaginé que dichas expectativas se quedarían tan cortas. Incluso escribiendo esto me resulta difícil encontrar palabras para describirlo. Simplemente fue algo mágico. Sublime.

Los tonos de luz se volvieron distintos y las sombras más nítidas; y de pronto la oscuridad que habíamos estado viendo acercarse desde el oeste nos cubrió, y el silencio se hizo notar inmensamente que hasta parecía estar en un sueño. Percibimos una brisa notablemente fresca. El horizonte se coloreó, empapando de los mismos colores las montañas circundantes, y dándole textura a la capa de nubes que teníamos sobre nuestras cabezas. Similar a un atardecer después de una tormenta, pero en 360°.

El momento de quitarnos los lentes protectores había llegado y pudimos ver directamente la corona solar. ¡Vaya visión tan hermosa! Saber que algo tan grande y poderoso como el sol, del cual dependemos para vivir, nos brinda también tal nivel de belleza y magestuosidad me parece algo indescriptible, quizás comparable con la divinidad, cual sea la interpretación que cada quien le demos.

El tiempo estaba pasando muy rápido. Yo no sabía a dónde voltear; todo alrededor era un espectáculo de colores, luces y sombras. Incluso en el cielo, a pesar de la ligera nubosidad, logramos ver el resplandor de un planeta que posteriormente identificamos que era Júpiter. Mi boca emitía expresiones de asombro sin que yo pudiera hacer algo al respecto. Mis ojos, oídos, y hasta mi piel estaban totalmente sobrecargados.

Finalmente la luz volvió y lo primero que hicimos fue voltear a vernos entre nosotros y compartir nuestras vivencias mientras seguíamos observando como la sombra proseguía su camino al noreste, con rumbo a Cuatro Ciénegas. El ambiente era de alegría, asombro y gratitud, que hasta nos dimos un abrazo. Coincidimos al decir que las 6 horas de viaje (más otras 6 de regreso) habían valido la pena por esos 4 minutos de totalidad.

Decidimos emprender el retorno lo antes posible, así que guardamos nuestras pertenencias teniendo cuidado de no dejar huella y nos subimos al carro. Poco a poco fuimos volviendo al mundo, pudimos comunicarnos con nuestros seres queridos y enterarnos cómo lo habían pasado ellos.

No me queda duda de que un eclipse total es algo que todos deberíamos experimentar al menos una vez en la vida, sin importar el enfoque que cada quien tengamos, ya sea científico o espiritual. Tampoco es relevante la edad, género, ni ninguna otra característica o preferencia que tengamos. Esto es verdaderamente universal, y es muy enriquecedor a nivel humanidad.